Huella
plantar, biomecánica del pie y del tobillo:
propuesta
de valoración
Aguilera, J; Heredia, JR y Peña, G. (2015)
Instituto
Internacional de Ciencias del Ejercicio Físico y la Salud (IICEFS)
Imagen 1.- Huesos y articulaciones del tobillo y del pie
(modificada de Ibai López).
1.- Introducción.
2.- Biomecánica del pie y la huella plantar.
3.- Biomecánica del tobillo (supra y subastragalina).
4.- Protocolo de valoración
propuesto y material necesario.
5.- Conclusiones.
6.- Webgrafía y bibliografía.
7.- Anexos.
1.- INTRODUCCIÓN.
Revisando la literatura actual se pone
de manifiesto que existe una correlación directa entre el estado de la anatomía
del binomio pie-tobillo con las articulaciones adyacentes de rodilla y cadera,
así como una clara predisposición a ciertas patologías, especialmente por
sobrecarga (Meta-análisis de Neal, 2014; Tong, 2013; Chuter, 2012).
La identificación de la etiología
patológica (patogénesis) del miembro inferior nos permitirá ser más efectivos y
eficientes tanto en la prevención como en nuestra rutina de trabajo diario. Por
ello, tras la propuesta sobre la Evaluación Postural Estática (ver artículo anterior), en esta entrada nos centraremos en la
valoración del tobillo y del pie.
Se revisarán las pruebas descritas en la
literatura con mayor consenso científico, estableciendo un protocolo de
valoración tanto en estático (mediante la huella plantar y el análisis
biomecánico del pie) como en dinámico (mediante el análisis biomecánico del
tobillo en las articulaciones supra y subastragalina).
Por último, se detallará el material
necesario para su puesta en práctica, la ficha de registro del protocolo
empleado y las conclusiones más relevantes sobre dicha valoración.
2.- BIOMECÁNICA DEL PIE Y LA HUELLA
PLANTAR.
El pie y el tobillo son las estructuras
anatómicas que soportan y transmiten las fuerzas de reacción del suelo al resto
del cuerpo, suponiendo el ejercicio físico un estrés mecánico sobre el que responderá
adaptativamente, atendiendo a los parámetros intrínsecos de su contexto
(modalidad deportiva, simetría del gesto técnico, composición corporal del
sujeto, etc).
Los métodos cuantitativos de evaluación de
la biomecánica del pie y de la huella plantar suponen una importante ayuda en
la identificación de las características morfológicas del pie, aportando
información notable sobre posibles riesgos lesionales. Por ello, se abordarán
los aspectos anatómicos más relevantes de dicha estructura junto con una
revisión sistemática a la metodología actual, seleccionando aquellos con mayor
consenso y reproducibilidad.
2.1.- LA HUELLA
PLANTAR.
Proporciona una forma válida de analizar
la estructura del pie (Lee y Shui, 1998), siendo el fiel reflejo del estado de
las estructuras anatómicas.
Según la modalidad deportiva y la
asimetría del gesto técnico, la huella plantar puede variar tanto en su
longitud como en su ensanchamiento tras la finalización el ejercicio (Sirgo y
Aguado, 1991), teniendo en cuenta lo siguiente:
- El incremento en la longitud de la huella plantar puede entenderse como el hundimiento del arco plantar.
- Estará influido por la composición corporal del sujeto (Moen, 2012).
- Las personas entrenadas mantienen un arco plantar más elevado frente a las personas sedentarias (Sirgo, 1992), siendo el análisis de la huella plantar un método indirecto válido para medir la altura del arco (McCrory y Cavanagh, 1997; Lee y Chui, 1998; Kanatly, Yetkin y Cila, 2001).
MÉTODOS DE ANÁLISIS DE LA HUELLA PLANTAR:
A.- Fotopodograma:
descrito por Viladot (1989, 1992) ya que nos permitirá obtener registros
válidos, duraderos y de alta calidad (Aguado, Izquierdo y González, 1997). Se
recoge el contorno objetivo de la porción del pie que se apoya, aportando una
buena impresión de la huella plantar sin ensuciar la planta del pie con tintas.
Imagen 2- Método del
fotopodograma (Viladot).
B.-
Pedígrafo: similar al
anterior. Consiste en pisar sobre un dispositivo de goma, impregnado en tinta,
bajo el cual hay un papel que tras la pisada se impregna de la tinta y señala
la huella plantar (Gómez, 2003). No es excesivamente caro, además de tener la
ventaja de no ensuciar la planta del pie.
Imagen 3.- Pedígrafo.
C.-
Protocolo de Hernández Corvo:
consiste en tipificar el pie según las medidas obtenidas con la imagen de la
huella plantar, dando como resultado seis posibilidades que abarcan desde el
pie plano hasta el pie cavo extremo (Hernández, 1989).
Este protocolo lo podemos emplear con el
método del fotopodograma (papel fotográfico), con el método del Pedígrafo
(instrumento con forma de libro exclusivo para esta medición) o bien, mediante
el método propuesto por Aguado, Izquierdo y González (1997) en el que se realiza
sobre un folio, utilizando tinta de estampación o pintura de dedos, con la
ventaja de ser el más económico y el inconveniente de tener que limpiar la
planta del pie tras su finalización.
Debido a su escaso coste y
facilidad de uso, lo encontrarán detalladamente explicado al final del
documento en el Anexo I, adjuntando la filmación
en vídeo de su proceso.
Imagen 4.- Protocolo de
Hernández Corvo sobre un folio y con pintura de dedos.
2.2.- BIOMECÁNICA DEL
PIE.
Las investigaciones indican que los
sujetos con pies más planos
presentan una tendencia a producir ángulos de pronación mayores (Williams,
2001), siendo un factor de riesgo ya que puede acarrear lesiones del tren
inferior (Coplan, 1989; Hinterman y Nigg, 1998). Por otro lado, el mecanismo de
transferencia del movimiento de eversión del tobillo a rotación interna de
tibia se ven incrementados en los sujetos con pies cavos, aumentando la propensión a padecer síndrome
femoropatelar (Williams, 2001; Boozer, 2002).
Imagen 5.- Genu varo (1) y
valgo (2): implicaciones mecánicas.
Las
patologías asociadas a
la tipología de los pies son fundamentadas principalmente por tres aspectos,
como son: el índice de masa corporal, el sexo y los patrones mecánicos
alterados.
Sin embargo, podemos encontrar referencias a otras alteraciones como
el síndrome del estrés tibial medial (Sharma, 2011), afectaciones en el tendón
del tibial posterior (Xu, 2015), lesiones por sobrecarga en la musculatura de
la cadera y el muslo (Gross, 2007; Scattone, 2014), en la rodilla (Lun, 2004;
Noehren, 2007) e incluso, afectaciones en la zona lumbar (Rothbart, 1995; Menz,
2013).
Por otro lado, las presiones
plantares se reparten de forma distinta en los pies cavos (mayor presión en
la parte externa del retropié) y en los pies planos (mayor presión en la parte
interna del mediopie), variando de esta forma los patrones normales de la
carrera (Elvira, 2006). Este punto se desarrollará en el siguiente apartado
(biomecánica del tobillo), dejando el análisis pormenorizado de la técnica de
carrera para una futura entrada.
Imagen 6.- Presiones plantares
y segmentos del pie en la marcha atlética (Elvira, 2008).
MÉTODOS
DE ANÁLISIS DE LA BIOMECÁNICA DEL PIE:
Existen multitud de métodos para el
análisis de la biomecánica del pie, como son: el Ángulo Tibio-Calcáneo con
goniómetro (Viladot, 2000; Albert, 2009), la Altura del Dorso del Pie (Cowan,
1993; Williams y McClay, 2000), el Índice del Arco o “Arch Index” (Cavanagh y
Rodgers, 1987), el Índice del Arco Modificado (Chu, 1995), el Índice de la
Impresión del Pie o “Foot Postural Index” (Redmon, 2006), el Ángulo del Arco o
de la Huella (Clarke, 1933), el Ángulo del Arco Longitudinal o “Longitudinal
Arch Index” (Dahle 1991; Nilsson, 2012), el Índice en Valgo o “Valgus Index”
(Song, 1996), así como distintos métodos relacionados con el hueso escafoides o
navicular, como la altura del escafoides por radiografía o por palpación
directa (Chu, 1995; Saltzman, 1995), la altura del escafoides normalizada y truncada (Williams y McClay, 2000; Cowan,
1993) y la caída o desplazamiento del escafoides o “Navicular Drop and Drift”
(Sachitanandam, 1995; Nielsen, 2008).
De todas ellas, destacan las pruebas “Navicular
Drop” (ND) y “Foot Posture Index” (FPI-6), como predictoras de lesiones por
sobreuso del miembro inferior (Neal, 2014; Razegui, 2012; Jarvis, 2012), así
como el Ángulo Tibio-Calcáneo (ATC), para determinar la existencia de pies
varos o valgos (supinadores o pronadores en el retropié), el Ángulo del Arco
Longitudinal (AAL), el Índice del Arco (IA) o “Arch Index” (Cavanagh y Rodgers,
1987), la altura del dorso del pie y la altura del escafoides truncada ya que
proporcionan la representación más válida del esqueleto óseo del pie de forma
indirecta (Menz y Munteanu, 2005), y según Murley (2009) presenta la mayor
correlación con las medidas angulares tomadas por radiografía (evitando de esta
forma dicha exposición).
El resto de valoraciones no mencionadas
en el párrafo anterior se han descartado del protocolo propuesto ya sea por el
excesivo coste de la misma (plataforma de presiones y de fuerzas) o la poca
fiabilidad encontrada en la literatura consultada. A continuación,
desarrollaremos las características de las más importantes:
A.-
Ángulo Tibio-Calcáneo con goniómetro (Viladot, 2000; Albert, 2009). ATC.
Es el ángulo que forma el talón con el
resto de la pierna. Según la línea de Helbing, la vertical tiene que pasar por
el centro del hueco poplíteo y por el centro del talón (Viladot, 2000). Existe
un ángulo fisiológico en valgo de unos 5º a 10º (según Vidalot y Albert) y de
hasta 7º según Ricard (2001) en individuos sanos menores de edad.
Opción
A.- Ambas líneas se realizan
en descarga, posteriormente se apoyarán los pies en el suelo repartiendo el
peso del cuerpo, y finalmente se mide con el goniómetro.
Opción
B.- Se toma la medición
en función de la horizontal con el suelo (Elvira, 2008). Según este autor, el
valgo de calcáneo se considera negativo (eversión) y el varo de calcáneo se
considerará positivo (inversión), a la hora de registrar los datos.
Imagen 7 y 8.- Ángulo de la articulación
Tibio-Calcánea (ATC) y línea de Helbing.
B.-
Altura del Dorso del Pie (Cowan, 1993; Williams y McClay, 2000). ADP.
Es utilizada para caracterizar la medida
del arco plantar y se define como la longitud más alta del dorso del pie tomada
al 50% de la longitud real del pie (desde la parte más posterior del calcáneo
hasta la parte final de la falange más larga).
Imagen 9.- Mediciones tomadas
mediante fotografía y el software BioGD: ADP - Altura del Dorso del Pie
(verde), ND – Navicular Drop (amarillo) y el AAL-Ángulo del Arco Longitudinal
(rojo).
C.-
Ángulo del Arco Longitudinal o “Longitudinal Arch Ancle” (Dahle 1991; Nilsson,
2012). AAL.
Es el ángulo formado entre el maléolo
medial (o tibial), la cabeza del primer metatarsiano y el navicular, el cual
representa el arquetipo medial del pie.
Originalmente Dahle estableció la
normalidad entre 120º y 150º (y los extremos en 90º y 180º), pero
posteriormente Nilsson utilizó una muestra mayor, estableciendo los siguientes
rangos angulares, los cuales recomendamos:
- Plano extremo: menos de 121º
- Plano: 121º-130º
- Normal: 131º-152º
- Cavo: 153º-162º
- Cavo extremo: más de 162º
Imagen 10.- Ángulo del Arco
Longitudinal (AAL).
D.-
Índice del Arco o “Arch Index” (Cavanagh y Rodgers, 1987). IA.
Se obtiene la proporción entre las áreas
de contacto (antepié, mediopié y retropié) de las diferentes partes de la
huella plantar, excluyendo los dedos. Previamente, habrá que tomar el eje axial
del pie, siendo ésta la línea que va desde el centro del talón hasta lo más
alto del segundo dedo.
Esta medida es un predictor válido de la
altura del arco interno del pie (Menz y Munteanu, 2005), permitiendo analizar
incluso las huellas de pies cavos extremos, siendo uno de los parámetros más
citados en la literatura.
Para su cálculo recomendamos la
obtención, previa, de la huella plantar estática en apoyo bipodal, su
digitalización y su posterior análisis mediante el programa informático
específico desarrollado por Aguado, Izquierdo y González (1997) denominado
AreaCalc.
Imagen 11.- Índice del Arco o
Arch Index (Cavanagh). AP-Antepié; MP-Mediopié; RP-Retropié.
Un valor menor en el índice
representa un pie más cavo.
Según los autores, el resultado obtenido
por la ecuación del Índice del Arco determinará el tipo de pie según los
centímetros cuadrados:
- Cavo: cuando es menor de 0.21.
- Normal: entre 0.21 y 0.26.
- Plano: mayor de 0.26.
E.-
Altura del Escafoides Truncada (Cowan, 1993). AET.
Se calcula dividiendo la altura del
escafoides entre la longitud truncada de la huella en centímetros, es decir,
entre la longitud de la impresión plantar exceptuando los dedos. Para ello,
necesitamos previamente la obtención de la huella plantar (imagen 4), así como
el cálculo manual o el análisis fotográfico sagital del pie (imagen 9).
Según los autores, proporciona la
representación más válida del esqueleto óseo del pie de forma indirecta (Menz y
Munteanu, 2005), y según Murley (2009) presenta la mayor correlación respecto a
las medidas angulares tomadas por radiografía (evitando de esta forma dicha
exposición).
Dentro de la cuantificación de esta
prueba encontramos la citada por Murley (2009), aunque no existe un protocolo
de clasificación para los distintos tipos de pie, la medida normal de la altura del escafoides truncada entre 0.22-0.31.
Por último Cowan (1993) registra la altura del escafoides, medida de forma
manual, y su correspondencia con el
tipo de pies:
- Plano: 2.72-4.08cm.
- Normal: 4.09-5.08cm.
- Cavo: 5.09-6.05cm.
F.- Caída del escafoides o “Navicular
Drop” (Brody, 1982; Sachitanandam, 1995;
Nielsen, 2008). ND.
Esta prueba, junto con el “Foot Posture
Index” (FPI-6), se establecen como los mejores predictores de lesiones por
sobreuso del miembro inferior (Neal, 2014; Razegui, 2012; Jarvis, 2012).
Además, se utiliza para valorar el grado
de pronación del pie, mediante la cuantificación en milímetros de “la caída” o
descenso del escafoides, tomando dicha medida en dos posiciones:
A) Medir
la tuberosidad más prominente del escafoides en descarga (según “The user guide and manual of the navicular droptest” de Charlesworth y
Johansen es recomendable realizar la medición en descarga sentado con las
rodillas flexionadas a 90º y ambos pies neutros completamente apoyados y
centrados con respecto al suelo).
B) Medir
la tuberosidad más prominente del escafoides en bipedestación, con el 50% del peso corporal sobre
cada pie.
La diferencia
entre ambas medidas será el valor del test.
Imagen 12 y 13.- Navicular Drop (ND)
Según Brody, valores inferiores a
10-15mm reflejan la normalidad y valores superiores a 15mm indican anormalidad.
Posteriormente, Loudon (1996), estableció la clasificación más utilizada para
dicho test:
- Normalidad: de 6 a 9mm.
- Anormalidad: 10mm o más.
La principal ventaja radica en que se
obtienen valores del pie desde distintos ángulos, planos y segmentos, siendo un
método observacional, y dando como resultado la clasificación del pie como
supinador, pronador o neutro.
Existen dos protocolos del FPI, el
protocolo inicial (FPI-8) tenía en cuenta 8 ítems sobre el cual Redmon realizó
una actualización y validación, estableciendo el definitivo FPI-6 (con 6 ítems
de valoración).
Los valores obtenidos se pueden
registrar en la tabla anexa del FPI-6, atendiendo a los siguientes criterios:
Imagen 14.- Foot Posture Index
(FPI-6)
Puntuaciones:
- Neutro = 0.
- Supinador = negativo (-1 y -2).
- Pronador = positivo (+1 y +2).
- Normal: de 0 a +5.
- Pronador: desde +6 hasta +9.
- Pronador extremo: +10 o más.
- Supinador: de -1 a -4.
- Supinador extremo: desde -5 hasta -12.
En el Anexo II aparecen las puntuaciones
otorgadas en cada uno de los seis ítems que propone Redmon, junto con el enlace
de descarga del manual.
Por todo lo anterior, tanto la tipología
de la huella plantar como la biomecánica del pie, nos ayudarán a describir de
forma exacta la tipología de los pies, nos orientarán sobre los posibles
segmentos sobrecargados, y por lo tanto, nos servirán como predictores de
lesiones músculo-esqueléticas por sobreuso.
3.- BIOMECÁNICA DEL TOBILLO.
En
este apartado trataremos las pruebas para valorar la articulación del tobillo
de forma dinámica, para
ello veremos la anatomía y la biomecánica de los huesos que lo componen, ya que
serán los responsables de los distintos movimientos a evaluar.
La
articulación del tobillo
constituye una unidad funcional integrada por la suma de varias articulaciones
independientes, como son la articulación supraastragalina (o tibioperoneoastragalina)
y la articulación subastragalina (dividida en dos: la subastragalina posterior
o astragalocalcánea, y la subastragalina anterior o
astragalocalcaneaescafoidea).
- La articulación supraastragalina permite los movimientos de flexo-extensión. Neer denominó “mecanismo de aprensión elástica del astrágalo” al encerramiento circular o en aro elástico que sufre el astrágalo por culpa de la tibia y el peroné. Gracias a este encerramiento la articulación supraastragalina se centra en la flexión dorsal y en la flexión plantar como principal función de movilidad.
- La articulación subastragalina permite los movimientos de pronación y supinación, es decir, retropié en valgo y varo respectivamente.
Como resultado del movimiento de ambas
articulaciones obtenemos los movimientos de eversión (flexión dorsal con
pronación) e inversión (flexión plantar con supinación).
MÉTODOS
DE ANÁLISIS DE LA BIOMECÁNICA DEL TOBILLO:
Siguiendo los mismos criterios de
eficiencia y sencillez en su reproductibilidad, seleccionaremos los métodos de
evaluación atendiendo a las dos articulaciones principales (supra y
subastragalina), es decir, diferenciando el análisis entre los movimientos de
flexo-extensión y entre los movimientos de prono-supinación del retropié.
A.-
Valoración de la Flexo-Extensión de tobillo.
Existe un gran consenso sobre las
implicaciones que tiene una óptima dorsiflexión de tobillo y el riesgo de sufrir
ciertas patologías, siendo la lesión del Ligamento Cruzado Anterior (LCA) la
más estudiada (Kovack, 1999; Hewett ,2005; Yu, 2006; Griffin, 2006; Padua, 2011).
Una buena dorsiflexión permitirá:
1)
Un
mayor desplazamiento de la flexión de rodilla.
2)
Una
mejor absorción del impacto en las caídas.
3)
Un
menor desplazamiento del valgo de rodilla.
4)
Una
menor flexión de la cadera.
Por otro lado, existe una asociación
significativa entre las lesiones previas de tobillo y el riesgo de sufrir una
lesión de LCA (Kramer, 2007), así como el riesgo de sufrir patología
femoropatelar como consecuencia de dicha limitación (Malliaras, 2006).
Entre las pruebas más utilizadas para su
valoración, encontramos: la filmación en vídeo y su posterior análisis mediante
software, la prueba del tríceps sural (o de la triple flexión), el Overhead
Squat y el Single Leg Squat, el FMS Anckle, las mediciones goniométricas
(utilizando indistintamente goniómetros e inclinómetros), etc. En este apartado
nos centraremos en la medición goniométrica, ya que el resto de valoraciones
serán desarrolladas en las pruebas de Evaluación Postural Dinámica.
Diferencia
entre ROM y RIM. Valoración goniométrica.
En cualquier evaluación articular
encontramos valores estándares de normalidad, entendidos como ROM (Rángo Óptimo
de Movimiento), de igual modo, nos parece acertado e interesante incluir el
término RIM (Rango Individual de
Movimiento) ya que será la medida, individual y real, obtenida en nuestra
valoración. En esta última nos centraremos para constatar el progreso
conseguido en la búsqueda del ROM articular.
Principalmente
las pruebas y valores de normalidad del ROM se fundamentan, entre otras, en la
American Academy of Orthopaedic Association (1965) y en distintos trabajos de
investigación (Ekstrand, 1982; Sady, 1982; Möller, 1985).
El tríceps sural suele ser el limitante
funcional del ROM en la dorsiflexión (normalmente por cortedad e hipertonía),
el cual está compuesto por los gemelos o gastrocnemios y el sóleo. Existe una
diferencia sustancial entre ambos ya que los gemelos se originan en el fémur,
ayudando a la flexión de rodilla, y el sóleo se origina en la tibia por lo que
únicamente realiza la función de flexión plantar de tobillo.
Imagen 15 y 16.- Goniometría
del tríceps sural y del sóleo (protocolo ROM Sport, Cejudo).
Para poder valorar un tríceps sural
acortado en recomendable, valorar por separado dicha musculatura, tomando como
referencia un valor de normalidad de 20 grados para la dorsiflexión y de 45
grados para la flexión plantar (Kendall, 2005).
Autores como Konor et al (2012)
concluyeron que el material más efectivo para medir la dorsiflexión de tobillo
era el inclinómetro, por encima de las mediciones goniométricas y de distancia.
No obstante, cualquiera de las tres formas de medición nos indicará la cortedad
o no de dicho grupo muscular.
La movilidad activa en cadena cinética
cerrada, según Kapandji o Roviere, presenta una disminución aproximada de entre
5 y 10 grados cuando la comparamos con las mediciones en cadena cinética
abierta.
Por último, hay que tener presente que el valor limitante de 20º propuesto por
la literatura no guarda relación ni por lo tanto es significativo en
deportistas experimentados (Cejudo, Sainz de Baranda, Ayala y Santonja,
2014), obteniendo valores de dorsiflexión superiores a 30 grados en estos
sujetos.
B.-
Valoración de la Prono-Supinación de tobillo.
Hay evidencia en que los individuos con
pies planos incrementan las oscilaciones del miembro inferior durante la marcha
y la carrera, especialmente en el plano frontal del retropié (Buldt, 2013). La
influencia de distintas patologías asociadas a la tipología de pies deja
constancia de la importancia de valorar no sólo la huella plantar y la
biomecánica del pie, sino también la valoración de la biomecánica del tobillo
ya que en ella encontraremos posibles limitaciones tanto en la flexo-extensión
como en la prono-supinación.
Para la valoración de la prono-supinación
utilizaremos el análisis del estudio dinámico propuesto por Clarke (1983), medición del ángulo posterior del retropié,
así como el estudio fotogramétrico en 2D del modelo mecánico de la extremidad
inferior (Elvira, 2003). No
obstante, existen otras pruebas con gran validez y fiabilidad que no serán
tratadas en este apartado debido a su complejidad en la metodología o por su
alto coste (estudio fotogramétrico en 3D, presiones plantares, baropodometría, etc).
Medición
del ángulo posterior del retropié y modelo mecánico de la extremidad inferior
(Clarke y Elvira).
La medición del ángulo posterior del
retropié coincide con la prueba ATC (Ángulo Tibio-Calcáneo) ya que utilizan los
mismos ejes, con la diferencia en este caso de analizar el ángulo de la
articulación subastragalina en movimiento y, además, utilizar un sistema de
marcación externa.
El ángulo que se suele utilizar como referencia
para la pronación y la supinación es el formado entre la línea del tendón de
Aquiles y la línea vertical del calcáneo (Aguado, 1997).
La pronación es un mecanismo utilizado
para adaptar el pie al terreno y para disminuir las fuerzas de impacto
absorbidas, mientras que la supinación es un mecanismo utilizado para estabilizar
el antepié sobre el retropié de forma que el pie actúe como una palanca rígida
durante la propulsión, protegiendo el tobillo de inestabilidades y disminuyendo
la dependencia de la musculatura peronea (Jiménez, 2004).
Imagen 17.- Medición del ángulo
posterior del retropié.
Nos basaremos en el modelo mecánico de la extremidad inferior compuesto por 5 puntos, aunque obviaremos el quinto punto (colocado
en la puntera). El protocolo original indica que se deben colocar los
siguientes ejes (Elvira, 2008):
A.- Dos trozos de cinta adhesiva
rodeando la pierna del
evaluado en la parte superior e inferior, cuyo eje pase por la mitad la línea
poplítea, para facilitar la localización del punto medio transversal del
segmento (imagen 18).
B.- Los puntos talón alto y talón bajo se localizarán mediante marcadores
externos en la zapatilla (imagen 18).
A partir de este modelo se pueden
calcular los ángulos que describen el movimiento de la articulación: ángulo del
tendón de Aquiles, que indica la pronación o supinación de la articulación
subastagalina; y el ángulo del retropié, que indica el apoyo en el suelo con la
parte interna o externa del pie.
Para calcular los ángulos se siguió el
criterio definido por López-Elvira et al. (2003), respecto al plano medio sagital
del pie, que ha demostrado no verse contaminado por la flexo-extensión ni por
la rotación interna o externa del pie. En los tres segmentos, el movimiento
hacia la pronación se considera negativo y hacia la supinación positivo.
Imagen 18.- Modelo mecánico de
la pierna y el pie empleado en el estudio fotogramétrico (a)
y criterio de medición de los
ángulos de la articulación subastragalina (b).
DE CADA ÁNGULO SE DEBEN REGISTRAR:
- Los valores máximos y mínimos durante toda la fase de apoyo.
- El mínimo ángulo de Aquiles (más negativo), ya que representa la máxima pronación.
- El mínimo ángulo del retropié: representa el máximo grado de apoyo interno del pie.
- El mínimo ángulo de la pierna: representa la mayor inclinación lateral de la pierna.
Según Peroni (2002) la amplitud de
movimiento de la articulación subastragalina varía de 20º a 62º, y debemos
tener presente los valores máximos tanto en la marcha como en la carrera:
Imagen 19.- Valores de normalidad en la articulación
subastragalina para la marcha y la carrera.
Por último, teniendo en cuanta las
reseñas y valores aportados, recomendamos para la valoración subastragalina
seguir el protocolo de Rojano et al. (2009) para sujetos no marchadores
adaptado al tapiz rodante, o en su defecto (por falta de instrumental) mediante
la carrera lineal.
En el Anexo III “Biomecánica del tobillo:
análisis de la articulación sub y supraastragalina” se describe el
procedimiento y registro de dicho método.
4.- PROTOCOLO DE VALORACIÓN PROPUESTO
Y MATERIAL NECESARIO.
El siguiente protocolo está destinado
para ser desarrollado en un día de valoración, intentando obtener el mayor
número de datos cuantificables. Recomendamos pasar previamente el protocolo de
valoración de la Evaluación Postural Estática a nuestro sujeto (Aguilera,
Heredia y Peña, 2015), para tener una visión global de los segmentos
osteo-articulares (ver ficha de EPE).
Tras finalizar y analizar ambas valoraciones,
procederemos a valorar la marcha y la carrera de forma íntegra, o bien, nos
centraremos en las pruebas de Evaluación Postural Dinámicas atendiendo a las
posibles deficiencias o desequilibrios encontrados en el SOAM (Sistema Óseo,
Articular y Muscular).
4.1.-
MATERIAL NECESARIO.
4.2.-
PROTOCOLO DE VALORACIÓN PROPUESTO.
A continuación se desarrolla el
protocolo con las pruebas de valoración seleccionadas, dividido en las tres
evaluaciones desarrolladas:
- Protocolo de Hernández
Corvo.
- Valoración de la
articulación subastragalina.
- Valoración de la
articulación supraastragalina.
5.- CONCLUSIONES.
1.- Existe un alto grado de evidencia
que correlaciona el estado anatómico y la funcionalidad de las estructuras del
pie y del tobillo con una alta predisposición a sufrir ciertas patologías.
2.-
La huella plantar es un buen método de valoración para tipificar el tipo
de pies, siendo los pies más planos aquellos que presentan un mayor riesgo
lesional, así como un mayor número de patologías asociadas.
3.- Los métodos “Navicular Drop” y “Foot
Posture Index” mantienen un alto grado de reproducibilidad y fiabilidad como
predictores de lesiones por sobreuso del miembro inferior.
4.- Los métodos “Arch Index”, la Altura
del Dorso del Pie (ADP) y la Altura del Escafoides Truncada (AET) se postulan
como como los más válidos en cuanto a la representación ósea del pie
correlacionándolos con las medidas angulares tomadas por radiografía.
5.- Para la valoración biomecánica del
tobillo, predomina el método de análisis goniométrico, aunque existe poco
consenso en cuanto a los valores articulares de normalidad. No obstante, es
necesaria su cuantificación, debido a que:
- Una buena dorsiflexión de tobillo permitirá un mayor desplazamiento en la flexión de la rodilla, un mejor impacto en las caídas, así como un menor desplazamiento tanto en el valgo de rodilla como en la flexión de cadera.
- Los individuos con pies planos incrementan las oscilaciones del miembro inferior durante la marcha y la carrera, especialmente en el plano frontal del retropié.
6.- WEBGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA.
WEBGRAFÍA
(Material y Software):
MATERIAL:
SOFTWARE:
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buena propuesta
ResponderEliminarFELICITACIONES POR ESTOS ARTICULOS MEDICOS MUY MUY IMPORTANTES, MIL GRACIAS
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